domingo, 18 de febrero de 2018

"Arboleda" . Pintura achefeliz. Octubre 2017.......y......un cuento!


Arboleda

Pintura al óleo
Octubre 2017
achefeliz
Recordando un cuadro de Sorolla





"Erase una vez un niño que sufría mucho porque tenía constantemente ataques de ira, el mundo no era como él pensaba que debería ser. 
Por eso, cada día pasaba muy malos ratos, el mundo, la gente, las cosas estaban en su mundo al revés, y la única manera que tenía de protestar era con miles de ataques de ira con todas las situaciones y seres vivos que le rodeaban. 
La gente, cuando le veían acercarse, una de dos, o huían, o bien, le decían a todo que sí y tenían mucho cuidado con que todo fuera de su agrado.



Pues bien, su padre, que veía que sufría mucho su hijo, le propuso una actividad muy delicada: 

Cada vez que entrase en ira, debía clavar un clavo en una puerta de madera muy muy dura. 
Así que el primer día clavo 37 clavos, y como la madera era muy dura tardaba mucho en clavar cada clavito en la puerta noble...y apenas le quedaba tiempo para descansar. 
Así, que para tener más tiempo, hizo un esfuerzo por tener menos ataques de ira y observar su mente y empezó a dedicar tiempo a auto-observarse, ya que esto era mejor que pasarse la vida clavando clavitos. 
Así llegó un buen día en el que no tuvo que clavar ningún clavo y todo contento, el niño fue a contárselo a su padre.





El padre le dijo que estaba muy orgulloso de él por haber llegado a este punto. Ahora, para seguir adelante, le dijo: mira hijito mío, llegado a este punto, cada día que pase en el que no hayas clavado ningún clavito, lo que vas a hacer es DESclavar los que están en la puerta.





Así que el niño, que cada día se había acostumbrado a escucharse y conectar con su paz, lograba no tener ningún ataque de ira y cada día desclavaba un clavito de la gran puerta.

Llegó un espléndido día en el que ya no había ningún clavito más en la puerta que desclavar y se puso muy muy contento!!! desclavar había sido muy difícil ya que la puerta era muy dura y noble. Así que muy contento le enseñó la puerta a su padre.




Su papá le dijo, hijo mío te amo y estoy muy orgulloso de ti, mira, observa: ¿ves los agujeritos de la puerta? son las huellas que cada ataque de ira ha dejado en ti. Recuerda que cada ataque de ira que sufres, el primer dañado es uno mismo, la ira deja una huella muy profunda en tu corazón.

Ese día, el niño entendió que aceptar el mundo y las personas como son, era el primer paso en el camino de aprender a amar.




Fin :)

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